No te tortures con ella,
sigue siendo hermoza,
continua brillando
aunque sus rayos no te toquen.
Sus ojos,
pedasos de agua de mar y de rio,
siguen tan profundos
como cuando no supiste
navegar en ellos.
Casi te hace daño
los demonios suaves
que genera su presencia,
pero tu quieres caer en sus garras,
llevas en la sangre su venerno.
A veces piensas
en no poder dejar de amarla
pero te das cuenta
que ya es feliz.
No comments:
Post a Comment